viernes, 6 de agosto de 2010

MENÉS POR LOS CUATRO COSTADOS



Pueden llamarme menés. No lo soy de cuna, nací en Madrid. Ni de residencia, pago impuestos en Vitoria desde hace 25 años. No estudié en el Valle, lo hice en cuatro colegios de la capital de España, en una cooperativa de padres de Güeñes (Vizcaya) y en la Universidad de Lejona. Cuando me preguntan por mi procedencia suelo bromear diciendo que soy sanluqueño por elección, pero me delatan mis orígenes. Mis cuatro abuelos nacieron en el Valle de Mena. Tomás Sáez, Tomasín, en Villasana. Concha Gómez en Ordejón. Patricio Cámara en Santiago de Tudela. Y Josefa Orive en Santamaría de Tudela. Así que pueden llamarme menés. Me hice acreedor a esa titulación durante los seis duros inviernos que tuve que vivir en Villasana, junto al río Cadagua, en la calle La Isla, aislado de mis amigos madrileños y vizcaínos. Fue entre 1973 y 1979, desde los 12 a los 18 años. Aquellos inviernos fueron duros por mi inadaptación a la humedad y por la desilusión de comprobar que la Villasana de los veranos poco tenía que ver con aquel pueblo en el que desde octubre hasta mayo no pasaba nada. Nada de nada. Sólo el río seguía fluyendo junto a la casa familiar que construyó el abuelito Tomás. El resto, no me interesaba. Claro que había gente estupenda y chavales de mi edad que podrían haber llenado mi soledad de amistad y mis silencios de carcajadas. Sin embargo, yo había decidido no ser feliz en aquel pueblo. Cabezonerías de niño. Los amigos estaban en el colegio durante el curso escolar. Y en los veranos, con dificultad, fui tejiendo una red de buenos amigos que casi nunca pisaban el pueblo en invierno. Ya con 16 o 17 años le levanté el castigo a Villasana y me decidí a salir a veces los fines de semana para tomar un mosto a mediodía con las chicas de la cuadrilla, que sí que solían aparecer por el Valle. En el Casino sí, en el Casino de Mena, escenario de la misma lucha de clases que tanto hizo sufrir en Cataluña al Pijoaparte de Juan Marsé en “Últimas tardes con Teresa”. Así que, si me lo permiten, pese a estos borrones, seguiré considerándome menés.

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